El pirata by Kate Hoffmann

El pirata by Kate Hoffmann

autor:Kate Hoffmann
La lengua: spa
Format: epub
editor: Harlequin, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
publicado: 2012-11-15T00:00:00+00:00


5

Meredith se sintió aliviada cuando vio que amanecía despejado y que las previsiones eran buenas durante los cinco días siguientes. Tras el beso de la noche anterior, había hecho todo lo posible por mantenerse alejada de Griffin. Estaba tan ansiosa como él de salir de viaje, aunque sólo fuera para evitarse la vergüenza de sus propios e inútiles intentos de seducción.

Se sentía muy mortificada. No sabía cómo se había atrevido a tanto si él ya había dejado claro que no tenía intención de llevar su relación a ese extremo. Habían dormido juntos dos veces, pero Griffin no había hecho nada por seducirla; Merrie estaba convencida de que sus besos eran simplemente amistosos, una simple expresión de gratitud.

No quería pensar en ello, así que se concentró en los preparativos para salir de viaje al día siguiente. Griffin la acompañó al puerto y echó un vistazo al pequeño velero que había alquilado, encantado con la perspectiva de marcharse de la isla. Por supuesto, ninguno mencionó lo sucedido la noche anterior.

Mientras él examinaba la embarcación, ella fue a la tienda de Jenny, un ultramarinos que se encontraba en un destartalado edificio blanco, para comprar provisiones.

El edificio tenía un gran porche en la entrada, y las dos mecedoras y el banco estaban ocupados por el grupo habitual de las mañanas. El marido de Jenny, Hubey Hogue, descansaba en la mecedora más grande. Early Jackson, el enjuto propietario de la tienda de pesca Happy Jack, estaba en la otra. Junto a ellos se encontraban Lyle Burleswell, con sus sempiternas gafas, y el pelirrojo Shep Cummings; Lyle era dueño del hotel Sandpiper y Shep era el manitas de la isla. Todos estaban tomando café y bollos.

—Buenos días, Meredith —dijo Early, llevándose una mano a la gorra de capitán—. He oído que has alquilado un velero para salir mañana

Meredith sonrió. La única forma de mantener un secreto en Ocracoke era marcharse al continente. Y aun así, siempre se especulaba sobre los motivos de un viaje.

—¿Vas a Bath? —preguntó Hubey.

—Sí, va con su amigo —dijo Lyle.

—Griffin Rourke —informó Shep.

—Es cierto, nos marchamos...

—Al amanecer, lo sé —dijo Early—. Se supone que mañana hará buen tiempo. Nada de huracanes, por fortuna.

Lyle asintió.

—Todos sabemos cuánto te disgusta el mal tiempo —dijo.

—Pero parece que has sobrevivido a Horace sin ningún problema —comentó Shep.

—Bueno, sólo era un huracán de categoría baja —observó Hubey—. No se parecía al Delia.

Meredith estaba deseando escapar de aquel tribunal de la Inquisición, de modo que dijo:

—Perdonadme, tengo que comprar algunas cosas.

—Hemos oído que tu amigo está buscando trabajo —intervino Hubey.

—¿Cómo? —preguntó, cuando ya tenía una mano en el pomo de la puerta.

—Tank Muldoon dijo que tu amigo le preguntó por posibles trabajos el otro día, cuando estuvo en su local.

—Parece que Rourke tiene intención de quedarse una temporada —dijo Lyle.

Shep negó con la cabeza.

—Encontrar trabajos en la isla es muy difícil.

—Cuando volváis de vuestro viaje, dile a tu amigo que pase por nuestro muelle —dijo Early—. Los chicos y yo hemos comprado un viejo marisquero. Vamos a arreglarlo



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